domingo, 2 de septiembre de 2012

Un mecanismo autodestructivo



Si de algo estoy seguro, es que en mi vocación, la Psicología forma un rol muy importante. Hoy quiero hablar sobre una teoría muy interesante y a la vez real, que a pesar de ser compleja, hoy en día se ha vuelto muy común y nos puede pasar a cualquiera de nosotros. Sigmund Freud, médico neurólogo, conocido por realizar un montón de investigaciones que luego vendrían a ser prácticamente las bases para la comprensión del comportamiento humano, planteó una teoría, la cual indicaba que el ser humano utilizaba mecanismos de defensa de manera inconsciente, para protegerse ante situaciones de estrés o conflicto. Sin embargo, entre estos mecanismos podemos encontrar uno en particular, conocido como “Identificación con el agresor”, mediante el cual la víctima desarrolla una relación de complicidad con el individuo que lo ha agredido tanto física como mentalmente. Esto ocurre en casos de abuso infantil, secuestros y prisioneros de guerra, o campos de concentración.

Diversos psicólogos a través de la historia, han descubierto que los casos de abuso infantil dentro de las familias, generalmente se originan de acontecimientos similares a éste. Esto quiere decir, que la persona que agrede al infante, tiende a tener recuerdos de abuso reprimidos dentro de su inconsciente, y por ende, los manifiesta de esta manera. “…el agresor (a) tiene memorias reprimidas acerca de su propio abuso que no desea recordar, y por eso prefiere agredir a otras víctimas, en vez de confrontar sus propios temores y traumas” (De León, 2001, p.117).


En los casos de secuestro o retención de rehenes, este mecanismo ha sido relacionado con el Síndrome de Estocolmo, ocurrido en el año 1973, dentro la ciudad de Estocolmo, Suecia, donde varias personas fueron tomadas como rehenes dentro de un banco, y una de ellas se enamoró de su agresor, negándose a testificar en contra de él. Así mismo, cuando una persona no está en capacidad de enfrentar dicha presión en una situación de secuestro, acude a este mecanismo. “Dicen los psicólogos que, en caso de secuestro, es frecuente que la respuesta del secuestrado se adapte a la pauta del llamado ´Síndrome de Estocolmo. Sometido a una presión insoportable, para mantener el equilibrio psíquico, acaba amando la mano que amenaza golpearle” (Ibáñez, 1997, p.206).


Esto también ocurre en prisioneros de guerra o campos de concentración, donde las víctimas, después de todo el abuso que han recibido, modifican su conducta para que de esta manera logren desarrollar cierto afecto hacia sus agresores, y así, unirse a ellos. “El ejemplo más sorprendente por incongruente es quizás el de la identificación con un poderoso captor. Bettelheim (1953) escribió este suceso en una situación extrema, un campo nazi de concentración en el que los prisioneros llegaron a identificarse con sus guardianes de las SS” (Coleman, 2011, 222).


En conclusión, este mecanismo solo ocurre en casos donde haya abuso físico o mental. Si el individuo no puede enfrentar el estrés causado por dicho acontecimiento, recurre a una conducta afectuosa hacia su agresor. Así como existen diversos tratamientos para este fenómeno, también es importante tomar en cuenta la historia de la persona para descartar antecedentes familiares relacionados con abuso. Una vez empezado el tratamiento, la persona estará en capacidad de recuperarse y corregir su conducta. Este mecanismo me parece muy interesante y quise compartirlo para informar un poco acerca del asunto. A continuaci
ón, detallaré  la bibliografía y fuente de mi investigación.

Bibliografía:Coleman, James, Fundamentos de Teoría Social, CIS, España, 2011.

Ibáñez, Jesús, A Contracorriente, Editorial Fundamentos, España, 1997.

De León, Giovanna, Abuso Infantil: Evaluación y Tratamiento Clínico, Ediciones Clásica, España, 2001. 

1 comentario:

  1. Hey! Ahora sé porque se llama Síndrome de Estocolmo. Qué interesante. Gracias por la promo.

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